Nos encontramos en el punto de inflexión del proceso electoral que el 22 de octubre definirá al candidato que se convierta en el presidente o en los dos que definirán en la segunda vuelta del 14 de noviembre. En esa antesala nuestro país transita por una de las peores crisis económicas que nos ha tocado sufrir.
Con la inflación de septiembre 2023, con el 12,7% del IPC, Argentina alcanzó la suba de precios más alta de América Latina. Incluso superando a Venezuela, que registró un índice del 6%. Para dimensionar lo que esto representa, el resto de los países de la región el índice está por debajo del 1%. Con un 138,3% interanual, se manifiesta la importancia de la crítica situación por la que estamos pasando. Es un tema que parece imposible de solucionar.
Venimos de varias décadas de funcionar de esta manera. Sería largo enumerar la cantidad de años. Ni siquiera vale la pena. Supera el medio siglo. No podemos resolver este flagelo que nos ha producido tanto daño. Parece ser que no tenemos la suficiente capacidad para encontrar la forma. Cuando alrededor de nuestro territorio, vemos como los países vecinos han estabilizado su economía y están creciendo, la sensación de frustración y fracaso nos invade. Ya no vale compararnos con naciones de otro continente y más desarrollados, debemos mirar a nuestros vecinos y aprender de ellos.
Mientras tanto nuestra moneda ha perdido todo valor y el dólar se fue a las nubes. Salir de este pantano es la prioridad. La manera de hacerlo debe ser definida de forma consensuada. Gane quien gane las elecciones. Se debe terminar con las confrontaciones y consensuar programas antinflacionarios y de estabilización. Que deben sostenerse en el tiempo gobierne quien gobierne. La clase política, debe ponerse los pantalones largos y dejar de lado sus intereses partidarios. Urgente una ley del Congreso aprobada por amplia mayoría, para aplicar las restricciones en el manejo de la moneda y la economía.
¿Es una utopía imposible de implementar entre nosotros?
Nada es imposible si la voluntad de crecer supera al egoísmo de unos pocos. No estamos a la altura de las necesidades del país y de la gente. Tantas veces se ha fracasado que ya no quedan esperanzas. Solamente debemos aprender de los que hicieron nuestros hermanos sudamericanos. Uno de los ejemplos, no el único es Perú. Pero tuvimos la oportunidad de escuchar al presidente del Banco Central de Perú, en su presentación en el último Coloquio de Ideas, que se realizó en Mar del Plata.
Julio Velarde Flores, economista peruano, es el presidente del Banco Central peruano, desde hace 17 años. En el transcurso de una situación política inestable, con cambios y fracasos de sus presidentes, que duraron un promedio de unos dos años cada uno. Sin embargo el presidente del Banco Central, desde el año 2006, sigue en su cargo. Se maneja de manera independiente del ejecutivo y maneja la economía y la moneda con reglas muy claras y precisas. Es el camino por el cual, después de haber pasado por una hiperinflación en los fines de los 80, ha logrado estabilizar los precios.
El Sol se ha transformado en una de las monedas más fuertes de la región y acumularon US$ 76.000 millones de reservas sin dolarizar su economía. En el mes de septiembre, la inflación de Perú fue de 0,02% mensual. Con un 5,04% interanual. Hasta la fecha, en este año el índice de precios sumó un 3,32%. En los últimos 23 años, tuvieron 15 de superávit fiscal. Son cifras que nos duelen porque estamos tan lejos que parecemos de otro planeta. Este caso de Perú no es algo anormal, no es el único. Algo parecido sucede en Uruguay, Paraguay, Chile, Brasil y hasta Bolivia. Los que estamos fuera de toda norma lógica somos nosotros.
Si nos preguntamos ¿cómo lo han hecho?:
Julio Velarde Flores lo ha explicado muy bien y con mucha generosidad de su parte. Por ejemplo, comento que: “Creo que somos de los pocos países que en la Constitución se establece como un derecho la libre tenencia y disponibilidad de los ahorros en moneda extranjera. Un exportador minero o agrario no tiene por qué traer sus dólares, puede dejar todo en cuenta en el exterior. Eso es bien importante, porque es dinero del ciudadano y puede decidir en qué moneda lo tiene y dónde”.
En este punto, recordemos la cifra de reservas acumuladas que es de 76.000 millones de dólares. Comparando con las diferencias de posibilidades, ya que la Argentina es un mercado mucho más grande y con mayores posibilidades de generar riquezas, para igualarlos deberíamos alcanzar reservas por 200.000 millones de dólares por lo menos. Tenemos que reflexionar y darnos cuenta de lo alejados que estamos del rumbo correcto. Continuando con la descripción del economista peruano, agregó que la autonomía del Banco Central peruano, comenzó en 1979.
En ese tiempo, de igual manera sufrieron la hiperinflación de fines de la década del 80. Lo cual significa que todo cambió cuando, a raíz de esa crisis se tomaron medidas de control y eso es lo que los llevó hacia el logro de la estabilización: “Recién entonces se pusieron restricciones al banco central. Hoy puedo ser removido si: le presto dinero al gobierno. No se puede establecer un tipo cambio diferencial. Si lo hacemos, puedo ser también removido de por el Congreso, ya que se considera una falta grave. No puedo obligar a los bancos a comprarle bonos al Tesoro, porque también es causa de dimisión”.
Si no nos damos cuenta de que esta es la manera, tenemos que dudar de nuestra inteligencia. En definitiva, se puede lograr lo que a nosotros tanto nos cuesta. Si no lo hacemos es porque a nuestros dirigentes les falta humildad para aceptar que un vecino haya encontrado el camino para estabilizar la economía, fortalecer la moneda, acumular reservas y crecer. Aun con las diferentes estructuras e identidades, la salida es muy cercana a este modelo.
Recordemos que el Plan de Convertibilidad funciono cuando se pusieron restricciones a la emisión monetaria, a la utilización de reservas y al gasto del Estado por encima de la recaudación. Mientras esto sucedió, anduvo bien y hubo estabilidad. Cuando se sacaron las restricciones. Todo se transformó en el desastre del cual no podemos salir. Brasil comenzó con un programa parecido con el Nuevo Real, no eliminó las restricciones y le sigue yendo bien. Ambos países, partimos con el dólar 1 a 1 y se mantuvieron iguales en los primeros años. Hoy Brasil tiene un dólar a 5.08 en Real brasileño y nosotros, nos fuimos al diablo, cuando habíamos largado juntos. Ese es el testigo de lo mal que estamos. El espejo de Perú es impecable para que nos miremos en él.
Por Francisco Grillo